¿El suicidio es silencioso?

Cada 10 de septiembre conmemoramos el Día Mundial de la Prevención del Suicidio, siendo su lema para este año "Cambiar la narrativa", su principal objetivo es romper los distintos mitos, estigmas y tabúes, que puede disuadir a las personas de buscar la atención necesaria, es por ello que debemos reemplazar la narrativa dañina para crear conciencia y crear una cultura de comprensión y apoyo en la prevención del suicidio.

A menudo malinterpretamos el suicidio como un acto de debilidad, egoísmo o incluso como un delito; básicamente se considera como la muerte producida por uno mismo, con la intención precisa de poner fin a la propia vida, pero en realidad el suicidio va más allá.

Para que una persona tome la decisión que implica conductas suicidas, encontramos 3 componentes básicos: a nivel emocional, la persona tiene un sufrimiento intenso; a nivel conductual, la persona carece de recursos para hacerle frente y a nivel cognitivo, la persona tiene una desesperanza profunda ante el futuro y considera a la muerte como única salida. 

Por lo tanto, los que intentan suicidarse no son cobardes ni valientes, son personas que sufren, que están desbordadas por el sufrimiento y que no tienen la más mínima esperanza en el futuro, sintiendo que su vida es insoportable, considerando a la muerte como la única vía de escape, ya sea del dolor físico o emocional, de la enfermedad terminal, de los problemas económicos, de las pérdidas afectivas o de otras circunstancias, como la soledad o humillación, violencia, abusos, sensación de aislamiento. 

Si bien cerca del 80% de las personas que consuman el suicidio están afectadas por un trastorno mental, no siempre es así, muchos suicidios ocurren de manera impulsiva en momentos de crisis que puedan afectar la capacidad de hacer frente a estos estresores vitales.

Según la OMS, cada año más de 700.000 personas pierden la vida por mano propia, lo que lo convierte en una de las principales causas de muerte a nivel mundial. En Perú, entre enero y julio de 2024, el Ministerio de Salud reportó 1.320 intentos de suicidio, lo que representa un incremento del 8 % en comparación con el mismo periodo en 2023. Las regiones con más casos reportados son Lima y Arequipa. Por otro lado, el Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades (CDC), informó que, entre 2018 y 2023, se registraron al menos 7787 intentos de suicidio en el país. De estos casos, el 69 % correspondió a mujeres, y el 47 % a jóvenes de entre 18 y 29 años.

La prevención de este problema social es una responsabilidad compartida que trasciende al personal de salud, como psicólogos, psiquiatras y médicos, así como el apoyo social y familiar. Requiere de un enfoque global y multidisciplinario para abordarlo, por lo que una estrategia clave en la prevención es la identificación y evaluación temprana del riesgo suicida. Es importante que identifiquemos lo siguiente:

Señales de alerta 

Hablamos de señales de alerta para hacer referencia a comportamientos, situaciones, expresiones, etc. que nos pueden llevar a pensar que algo potencialmente peligroso está pasando.

Los principales signos de alarma de la conducta suicida son:

  • Cambios en los patrones de conducta, como bajo rendimiento escolar, dejar de socializar, inexpresividad.
  • Hablar de ser una carga para los demás
  • Hablar de sentir un vacío o dolor emocional o físico insoportable
  • Consumo de alcohol y/o drogas, lo que aumenta las conductas de riesgo
  • Presencia de un comportamiento nervioso o agitado
  • Comportamientos impulsivos, dormir muy poco o demasiado
  • Mostrarse extremadamente triste y/o más ansioso(a), agitado(a) o lleno(a) de rabia
  • Mostrar desinterés en mantener la higiene personal o la apariencia
  • Cambios deficientes en su alimentación
  • Despedirse de las personas del entorno
  • Hablar puntualmente sobre querer quitarse la vida
  • Poca motivación en hacer actividades cotidianas
  • Elaborar un plan o investigar formas de morir.
Que una persona tenga estas señales de alerta, no significa que inequívocamente vaya a cometer un suicidio, sino que requiere apoyo para poder prevenirlo y reducir los riesgos.

Factores de riesgo

Utilizamos este concepto para referirnos a aquello que aumenta la probabilidad de tener una enfermedad, trastorno, etc. 

En las personas en riesgo puede haber algunos factores predisponentes, como haber sufrido sucesos traumáticos en la infancia, como maltrato, abandono, desintegración familiar, pobreza; tener una historia previa de intento suicida o de suicidio en la familia, mostrar un nivel alto de impulsividad/ inestabilidad emocional o carecer de recursos de afrontamiento adecuados. Esta predisposición puede interactuar con ciertos factores precipitantes, como la fase aguda de un trastorno mental, como  los pensamientos suicidas, ansiedad, depresión, trastorno psicótico, autolesiones, el fácil acceso a métodos letales, el acoso o algún acontecimiento vital adverso reciente, sobre todo si genera humillación profunda. 

La vulnerabilidad psicológica se acentúa si se suman ciertas circunstancias psicosociales, como estar separado o sin pareja o verse obligado a hacer frente a situaciones vitales estresantes intensas o duraderas, como una enfermedad crónica, el abandono de sus seres queridos o la pérdida de estatus social. En concreto, el aislamiento social es especialmente relevante en ancianos y adolescentes.

Algunos de estos factores son modificables (trastornos mentales, situación de estrés, estrategias de afrontamiento o aislamiento social), pero otros, sin embargo, resultan in-modificables (sexo, edad, historia familiar, conducta suicida previa o salud física).

El nivel de riesgo aumenta proporcionalmente al número de factores presentes, si bien algunos tienen un peso específico mayor que otros en función de las circunstancias individuales de cada persona.

¿Qué hacer?

Primero, recuerda que bajo ninguna circunstancia es tu responsabilidad ni obligación hacer que tome la decisión de seguir viviendo. Esta decisión es muy personal y por mucho que hagamos, cada quien es el responsable de tomarla.

Sin embargo, si nos lo permiten, sí podemos influir en esta. Para esto, puedes intentar los siguiente:

  • No entres en pánico.
  • Toma en serio cualquier amenaza o intento de suicidio.
  • Sé consciente y aprende las señales de advertencia.
  • Ofrécele tu compañía o ayúdale a encontrar recursos.
  • Busca el apoyo de los profesionales adecuados y contacta a la red de apoyo de esa persona.
  • No tengas miedo de hablar sobre el suicidio, procura ser directo(a) y pregunta a la persona si ha tenido pensamientos de querer suicidarse. En caso la respuesta sea afirmativa, pregunta si tiene un plan y/o fecha.
  • No juzgues ni mucho menos minimices los sentimientos expresados por la persona. Sé empático(a). A veces, lo que más necesitan es ser escuchados.
  • Pregunta si hay algo que puedas hacer para ayudar.

Lo ideal sería poder hacer algo al respecto para no tener que intervenir o que el suicidio no sea una opción. Para esto, podemos desarrollar y fomentar los factores de protección.

Factores de protección

Son las circunstancias, características, condiciones y atributos que fortalecen la capacidad del individuo de poder afrontar de manera adaptativa las situaciones adversas.

Al hablar de suicidio, tenemos los siguientes:

  • Capacidad para resolver problemas y conflictos
  • Habilidades de comunicación
  • Valores positivos (respeto, amistad, etc.)
  • Hábitos saludables (alimentación saludable, ejercicio, etc.)
  • Apertura a nuevas experiencias
  • Confianza en uno mismo
  • Creencias espirituales
  • Apoyo social y/o familiar
  • Accesibilidad a servicios de salud mental

El Día Mundial de la Prevención del Suicidio nos recuerda la importancia de la acción colectiva para prevenir este problema. Difundamos esperanza y apoyo a quienes están luchando. Recordemos que la vida debe ser valorada y protegida al máximo, unamos fuerza para crear conciencia y  ofrecer apoyo a quienes lo necesitan.

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